Por Nechi Dorado
La escritora, periodista y poeta Nechi Dorado. |
Dando
muestras de una organización impecable como respuesta a los femicidios que se
vienen perpetrando en Argentina, marcharon miles de mujeres de todas las
edades, este día en que hasta el cielo parecía acompañarnos cubriendo de
lágrimas la ciudad de Buenos Aires, bajo la consigna #Ni una menos. Las mismas
acciones se realizaron en otras ciudades del país y hasta en tierras hermanas,
porque el problema que enfrentamos las mujeres no es sino amparado por el
patrón de conducta establecido históricamente y que el sistema capitalista se
empeña en mantener como método de dominación hacia quienes se considerarían,
erróneamente, como el eslabón más débil de la cadena humana.
Concepto tan triste como repudiable. Tan ilógico como absurdo.
Cabe
destacar –injusto sería no hacerlo- el acompañamiento de muchos hombres, unidos
por el mismo espanto, conscientes de que deben romperse los esquemas machistas,
patriarcales, que tanto daño han causado hasta el momento y que parecen muy
difíciles de eliminar.
La tarde del
19 de octubre marcó un hito que ha de permanecer estampado para siempre en la
memoria de los pueblos hartos de llorar hijas asesinadas por una demencia
irracional.
No obstante,
creo que debemos tener en cuenta y puntualizar con mucha firmeza que no todos
los hombres son asesinos, ni todos someten, ni todos violan, ni todos descalifican,
ni todos ofenden. Y debemos razonar que cuando de violencia de género se habla
también hay “ellos” alcanzados por la misma aberración aunque no lo denuncien,
aunque no lo hagan público. Existe la violencia también contra hombres que son
engañados, difamados, estafados, humillados.
Hombres a los que se los pretende proveedores.
Hombres a los que se les impide contacto con sus hijos, impedimento que se arrastra a abuelas y abuelos, a tíos, a primos, dejando incompleta la socialización básica de pequeños que no nacieron en una maceta. Nacieron de un hombre y de una mujer, con lazos ancestrales.
Hombres a los que se les impide contacto con sus hijos, impedimento que se arrastra a abuelas y abuelos, a tíos, a primos, dejando incompleta la socialización básica de pequeños que no nacieron en una maceta. Nacieron de un hombre y de una mujer, con lazos ancestrales.
Desde
mi posición de mujer comunista y como tal no necesito autoproclamarme feminista
porque sería redundante, muy lejos de los fanatismos de algunas mujeres que
parece que quisieran crear una sociedad de amazonas, dije, digo y diré #Ni una
menos. No queden dudas de ello.
No obstante
y si hablamos de justicia creo que toca que comencemos también a visibilizar
que dentro de un sistema perverso como el capitalista que no distingue géneros,
todos y todas somos víctimas. Por ello creo que debemos seguir con la consigna
trazada hasta que no haya Ni una menos, pero agregando otra que abarque el
repudio a los espantos en su conjunto.
Por respeto
a las víctimas de gatillo fácil, de la delincuencia común y de la delincuencia
con saco y corbata generadora de la anterior, de las represiones que tampoco
distinguen sexos, del narcotráfico que a veces actúa como nutriente para que se
produzcan los femicidios, quisiera que en este mundo salvaje donde nos toca
vivir y morir seamos capaces de unirnos, como hoy, bajo otra consigna también
humanitaria que podamos incorporar entre todas y todos: #NiUnaMenos,
#NiUnoMás
Solo
internalizando este concepto podremos dejar la semilla para que germine en la
subjetividad de nuestros hijos e hijas, nietos y nietas el respeto a la vida,
el honor a la justicia, el repudio a la muerte. Juntos alcanzaremos la
diferencia, es ir más allá, eso démoslo por seguro.
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